viernes, 14 de junio de 2013

Ciudad grande, ¿ciudad inteligente?

Las ciudades avanzan a una velocidad vertiginosa. Su crecimiento es espectacular si comparamos su evolución en el último siglo: en 1900 había solo 16 urbes con más de un millón de habitantes y hoy en día, según la ONU, son más de 400 ciudades por encima de este umbral de población. 

El último informe elaborado por PriceWaterHouseCoopers (PwC) sobre las ciudades globales ofrece una amplia panorámica de los cambios que se avecinan en los entornos urbanos y, en general, en todos los hábitat humanos. Y es que no solo la mayoría de los habitantes del planeta vivirán en ciudades, sino que cada vez más se producirá una tendencia a la concentración en enormes áreas metropolitanas que ganarán en influencia y que, en muchos casos, las convertirá en más poderosas que los propios estados a los que pertenecen. 

Por hacernos una idea, actualmente los entornos urbanos de ciudades como Tokio o Nueva York tienen una población de más de 20 millones de personas y su PIB se sitúa por encima del billón de euros, es decir, al mismo nivel que países como España o diez veces la riqueza de Grecia, por ejemplo. En 2025, si las proyecciones se cumplen, estas aglomeraciones urbanas serán más ricas que muchos países y el crecimiento económico de sus países se tejerá en torno a sus empresas, sus servicios y sus propias políticas locales. 

De hecho, numerosos expertos ya han señalado que el devenir de estas ciudades no depende del marco político, económico o social de sus países, sino de su propia dinámica municipal. Por este motivo, es vital conocer cómo piensan sus gobiernos locales para saber hacia dónde caminan. Y, teniendo en cuenta que las ciudades solo representan el 2% del territorio mundial pero consumen el 75% de la energía, es fundamental analizar cuáles son sus políticas energéticas y sus medidas en eficiencia para juzgar su sostenibilidad y, en definitiva, su futuro.

En esta línea, últimamente asistimos a un sinfín de anuncios de muchos ayuntamientos a favor de las smart cities y de proyectos de eficiencia energética que buscan hacer más verde sus entornos. Estas medidas no son solo buenas intenciones, sino también una necesidad real porque muchas corporaciones locales son conscientes de que su superviviencia depende de su eficiencia energética a medio y largo plazo. De lo contrario, sin sostenibilidad no podrán seguir abasteciendo a una población urbana en continuo crecimiento. 

Por eso es importante preguntarse si cada una de las ciudades que aspiran a convertirse en epicentro económico y social de sus respectivos países (y del mundo en el caso de las ciudades globales o también conocidas como Alpha y Beta) siguen los pasos de una política firme en eficiencia energética. Porque si no es así, sus gobiernos solo conseguirán crear gigantes con pies de barro que tendrán serias dificultades en afrontar los retos que se les avecina. 

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