jueves, 18 de julio de 2013

España y Canadá, dos políticas energéticas en las antípodas

Hace unos días, el Consejo de Ministros dio el visto bueno a la conocida popularmente como reforma energética, que pretende corregir el tan temido déficit de tarifa que lleva años provocando un agujero económico que actualmente asciende a 20.000 millones de euros. Aunque el Ejecutivo planteó sus medidas como la única alternativa a un aumento del precio de la luz del 42%, en el sector energético, sobre todo el de las energías renovables –que también afecta a las cuentas de resultados de las grandes compañías eléctricas–, esto no se ve así. 

De hecho, el presidente de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) –y ex presidente de la Asociación Empresarial Eólica–, José Donoso, manifestó tras conocer el texto del real decreto que, en realidad, las medidas suponen una "contrarreforma", inspirada en principios "recaudatorios" e "ideológicos", que además actúan como un serio varapalo para el modelo de autoconsumo que se llevaba esperando desde hace tiempo y que pretendía reducir la dependencia energética española, situada por encima del 80%, una de las más altas de Europa. 
Para reforzar sus argumentos, Donoso señaló que el término de potencia de la factura (que tiene un coste fijo anual y que nos permite tener varios aparatos electrónicos encendidos al mismo tiempo sin que salten los plomos) se incrementará un 120% para el consumidor doméstico con la nueva normativa (+75% en el caso de las empresas), en el caso de que finalmente salga adelante tal y como está redactado el real decreto aprobado por el Gobierno. 

Ese espectacular aumento desincentivaría cualquier intento de los consumidores particulares por optar por el autoconsumo (y así reducir la factura energética en España), ya que el periodo de recuperación de la inversión en placas solares, por ejemplo, pasaría de los siete u ocho años actuales a 35 años, algo totalmente inviable. 

Mientras tanto, en un país autosuficiente en energía como Canadá (con amplias reservas de combustibles fósiles, gran producción de energía nuclear e hidroeléctrica), se están dando pasos decisivos para implantar el autoconsumo. De hecho, el presidente de la Canadian Wind Energy Association, Robert Hornung, se ha mostrado preocupado porque su país está perdiendo posiciones en la carrera minieólica internacional, cuando son muchas las oportunidades que brinda esta tecnología al país americano, tanto en lo que se refiere al suministro de electricidad para el consumidor doméstico, como en lo relativo a las empresas y comunidades aisladas.

Y sus palabras no han caído en saco rato, ya que Endurance Windpower, uno de los mayores productores de minigeneradores eólicos, considera que es el momento de la minieólica en Canadá y ya se ha puesto en marcha para extender su implantación, con la que muchos hogares podrán acercarse a ese modelo de autoconsumo que en España parece una quimera. 

Aunque las realidades de ambos países son distintas, no cabe duda de que en cada uno de ellos se están tomando decisiones que no corresponden con lo que debería ser la lógica: en Canadá, que tiene recursos energéticos suficientes para abastecer a su población (inferior a la española) sin necesidad de adoptar medidas de racionalización, está más avanzada que nuestro país en el autoconsumo. Mientras España, con una dependencia energética crónica, sigue optando por un modelo poco eficiente y que fomenta el derroche entre los consumidores. Sin duda, dos realidades contrapuestas que dan mucho para reflexionar...

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