jueves, 8 de agosto de 2013

Smart grid: vuelta a los orígenes

Muchos historiadores están convencidos de que la historia es cíclica, que siempre se repite aunque cambien los actores que la protagonizan. Y, haciendo un ejercicio de retrospectiva, esta teoría tiene muchas papeletas para convertirse en un axioma indiscutible. 

Pero la misma teoría se puede replicar en el campo energético. El descubrimiento del fuego fue una revolución inmensa para la humanidad, que luego seguiría avanzando a través de nuevos descubrimientos, es decir, nuevos actores que repetirían la historia: el carbón, el petróleo, la producción hidroeléctrica, la nuclear, etc. 

Sin embargo, el mix energético que se expandió a lo largo del siglo XX se basaba en una producción y consumo energético unidireccionales. Es decir, la central térmica produce electricidad y los ciudadanos consumen. De un lado el productor y, del otro, el consumidor. Esto significó una diferencia importante a lo que sucedía al principio de los tiempos, cuando los consumidores eran al mismo tiempo productores de su propia energía. 

Hasta que llegaron las redes eléctricas inteligentes o también conocidas en inglés como 'smart grid'. A grandes rasgos, son las que permiten, a diferencia de las redes convencionales y unidireccionales, llevar a cabo una gestión más eficiente de la energía y equilibrar mejor la oferta y la demanda entre productores y consumidores. Además, facilita una medición en tiempo real de los consumos, viendo dónde se producen más anomalías y posibilitando que los consumidores se anticipen.

Las ventajas de las 'smart grid' también han contado y cuentan con firmes aliados, como son las energías renovables. Esta alternativa energética hace posible que un consumidor, como antaño, se convierta en su propio productor de energía, lo que transforma a hogares y empresas en autosuficientes, en menos dependientes energéticamente y, por lo tanto, favorecen una economía más eficiente y sostenible en el tiempo. 

Por lo tanto, esta forma de volver a nuestros orígenes, pero con un nivel tecnológico muy superior, es, cuando menos, un motivo de esperanza, sobre todo en países como España, incluso pese a que la normativa sobre autoconsumo vive en el ostracismo. Al contrario de lo que sucede con otros hechos históricos, de este sí que podemos sentirnos orgullosos.

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