miércoles, 16 de abril de 2014

Los modelos enfrentados de smart city

El año pasado se publicó un ranking sobre cuáles eran las ciudades de Latinoamérica más "inteligentes", entendiendo por inteligente aquella urbe que utiliza la tecnología y la innovación para hacer mejor y más cómoda la vida a sus habitantes. 

En ese ranking destacaban en el podio Santiago de Chile, México DF y Bogotá, las capitales de Chile, México y Colombia, respectivamente. Según el propio análisis elaborado por Boyd Cohen, sorprendía la primera posición de Santiago, dado que, al situarse en una región montañosa, los esfuerzos por reducir la contaminación atmosférica eran especialmente loables, sobre todo si se tiene en cuenta que su área metropolitana está dividida en 34 distritos, cada uno gobernado por un alcalde, lo que retrasa cualquier toma de decisiones. 

No menos sorprendente fue la segunda posición de la capital mexicana, una mole de más de 20 millones de habitantes con fama de vivir bajo una cubierta eterna de smog. Pero según Cohen, destaca como una de la ciudades pioneras en la creación de edificios verdes e inteligentes que permiten absorber la contaminación. 

Por su parte, Bogotá sí que era conocida por sus esfuerzos en la creación de un entorno 'smart', dado que fue la primer ciudad de la región en afrontar este problema, implementando el BRT (Bus Rapid Transit o Transmilenio), uno de los sistemas de transporte masivo más extensos y utilizados del mundo. 

Sin duda, cada ciudad procura ser "inteligente" dentro de un abanico de posibilidades e intentando adaptarse a las necesidades de sus habitantes, aunque el objetivo común es facilitar la calidad de vida reduciendo las externalidades negativas y haciendo más eficiente el uso de la energía. 

Ahora bien, llegados a este punto, se está generando un debate sobre cuál es la receta mágica de las smart cities del futuro, es decir, si el modelo pasa por ir adaptando las ciudades actuales a las demandas de sostenibilidad que van exigiendo los ciudadanos (e incluso adelantándose a ellas) o, por el contrario, levantar ciudades enteras, de nueva construcción, que solucionen la falta de sostenibilidad de las urbes contemporáneas, sustituyéndolas por completo, como pretende el proyecto de Masdar City en los Emiratos Árabes Unidos

Por ahora, parece que va ganando más adeptos la primera opción, sobre todo porque no está claro cómo evolucionará la tecnología, por lo que ejemplos como los de Masdar City corren el riesgo de quedar obsoletos o, por el contrario, pueden pecar de ambiciosos y no resolver las necesidades de reales y actuales de la gente de hoy, inutilizando la inversión de miles de millones de euros.

Lo cierto es que, si una ciudad pretende ser ejemplo de sostenibilidad tiene que ir venciendo los vicios del pasado y no incurrir en un impacto medioambiental (como puede resultar el caso de Masdar City) que tira por tierra todas las eficiencias generadas. Lo que está claro es que no se trata de construir paraísos verdes en mitad del desierto, sino en hacer más verde los entornos que ya hemos levantado hasta ahora entre todos. 

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